Prefacio
A fines de los 40 de este siglo memorable, la gente que yo conocía y amaba ya había atravesado la costra de la vieja Razón y escarbaba buscando alguna Realidad Suprema; “Navidad en la tierra” dijo Rimbaud; una “Religiosidad secundaria” según lo dicho por Spengler a partir de cómo decae la civilización mediante la proliferación de tecnologías no humanas y por lo tanto aburridas; Blake había gritado “¡Oh tierra, Oh, tierra vuelve!” siglos antes, e hizo eco en la profecía gnóstica que Whitman articuló para Norteamérica, específicamente demandando que la Máquina de vapor “sea confrontada y encarada por al menos una administración de fuerza igualmente sutil y tremenda cuya agenda sea la espiritualización, la purificación de la conciencia, una estética genuina, y la masculinización y feminización primal”. La mente de Ezra Pound se adelantó en diagnosticar el oscurecimiento del tercer ojo del mundo: “Con usura la frontera engorda”.
Un académico que transmitió la cábala de Blake, S. Foster Damon, recuerda una visión repentina en que pequeñas flores alfombraban violeta los pastos de Harvard antes de la primera guerra mundial, una imagen que persistió en su memoria por más de 60 años desde que su compañero Virgil Thomson le dio a comer Peyote. Damon concluyó que seres especiales como Blake nacen con el don psicológico de la visión continua o intermitente. William James, cuya magia pragmática probablemente fue la primera en invocar al dios del peyote en Harvard, incluyó visiones químicas chamánicas en su libro de auténticas “Variedades de experiencias religiosas”. Su alumna Gertrude Stein experimentó con la alteración de la conciencia a través de la plenitud mental del lenguaje, un efectivo Yoga que servía de respuesta a la reproducción mecánica del lenguaje que había llevado a cabo el siglo XX convirtiendo al lenguaje en el vehículo de la conciencia civilizada; su compañera Alice B. Toklas contribuyó con una receta para cocinar Brownies de hachís e iluminar a aquellas personas que desplegaban su verborrea en los zaguanes, inconcientes de que “el médium es el mensaje”.
Este sincronismo es exquisito: William S. Burroughs, también alguna vez de Harvard, compartió la plenitud mental del poder del lenguaje psicoactivo-hipnótico, y colaboró en re-arreglos recortados de formas estereotipadas de lenguaje (cut-up) con su amigo Brion Gysin, quien dice que fue él quien le dio la receta de sus famosos brownies a la señorita Toklas. Burroughs junto con otros había empezado a experimentar con chamanismo psicoactivo tras la segunda guerra mundial; para el autor del “Almuerzo Desnudo” fue una extensión pragmática de su interés académico en antropología lingüística. El mismo impulso gnóstico se desató en pos de clarificar la conciencia en varias ciudades norteamericanas: Gary Snyder se dio cuenta de que todo el universo estaba “vivo” un despertar de 1948 en Portland cuando una bandada de pájaros se elevó desde la quietud de los árboles en una hondonada cercana al río de la ciudad, gracias a una visión natural; los maestros del Renacimiento de Berkeley leyeron a Gertrude Stein a viva voz y practicaron la cábala poética (un encantador sincronismo es que el psicólogo Timothy Leay conoció a los poetas Jack Spicer y Robert Duncan en 1948, en esa misma escena estudiantil), Neal Cassady llevó a Jack Kerouac a México en un automóvil profético para observar el cuerpo físico de Norteamérica, el mismo Denver Cassady una década después condujo el autobús escolar cósmico de Ken Kesey en un circo kafkiano que se fue en gira por las carreteras de una nación despertando; este despertar comenzó, de algún modo, con el primer aullido saxofónico del nuevo estilo de música negra que estremeció las murallas de la mente de las ciudades blancas, cuando Charles Parker elevó las notas de su saxo-vuelo-de-pájaro y proclamó un nuevo ritmo del pensar, la extensión de la respiración corporal en la música y el discurso, una nueva conciencia. Así como dijo Platón, “cuando el estilo de la música cambia, las murallas de la ciudad se estremecen”.
La nueva conciencia nacida en los Estados Unidos puede rastrearse en el pasado a través de antiguos textos gnósticos, visiones, artistas y chamanes; es la conciencia de nuestra naturaleza terrena suprimida y desacralizada. Siempre fue la historia secreta de la tribu americana, ese grandioso escándalo del cierre de las puertas de la percepción en la Forma Humana Desnuda Divina. Comenzó con el asesinato de los habitantes originarios de parte de los blancos; el robo y la posterior usurera explotación de su tierra, continuó con el asalto sobre todas las razas y especies de la Madre Naturaleza misma y concluye hoy con la disrupción total de la ecología del planeta completo. No es sorpresa que los esclavos negros mantenidos para usos infrahumanos, en este siglo cercados a punta de gas lacrimógeno en ghettos de las megalópolis fueran los primeros extraños en hacer sonar el cuerno del cambio, los primeros alienados en oír el Gran Llamado a través de los muchos Cielos de Basílides. Otro sincronismo impresionante es que Frank Takes Gun, amerindio Jefe de la iglesia Nativo-Americana del culto al Peyote invitó al brillantemente locuaz psiquiatra de pelo cano que dirigía el hospital mental de Saskatchewan a principio de los 50 a un ritual con peyote, y que el mismo doctor Humphry Osmond habiendo reconocido la maravilla de la autoconciencia experimentada le entregó el catalejo en su forma sintética (mescalina) a Aldous Huxley; y que el ensayo escrito por Huxley en 1954 sobre los químicos y su capacidad de abrir las puertas de la percepción encontró su camino hasta llegar a las mesas de las cafeterías de Bickford en Times Square, en Nueva York y hasta los sillones del Reed College y de Berkeley, donde los artistas, habiendo escuchado el Gran Llamado de los Negros, ya se habían iniciado en masa en los sutiles grados de sus propias conciencias experimentadas aspirando la misma hierba africana que fumaban Lester Young, Charles Parker, Thelonious Monk, y Dizzy Gillespie.
(continuará...quizás)
3 comentarios:
Allen Ginsberg (por supuesto). Prefacio de "Jail Notes" de Timothy Leary. 1968.
que continúe po. Esta bueno
“cuando el estilo de la música cambia, las murallas de la ciudad se estremecen”. buena frase. que siga.
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